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jueves, 19 de mayo de 2011

Miau. BENITO PEREZ GALDÓS

1888.  A las cuatro de la tarde, la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios.  Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y echarse a la calle  piando y saltando.
La furia insana con que se lanzan a los más arriesgados ejercicios de volatinería, los estropicios que suelen causar a algún pacífico transeúnte, el delirio de la autonomía individual, que  a veces acaba en portazos, lágrimas y cardenales parecen bosquejo de los triunfos revolucionarios que en edad menos dichosa han de celebrar los hombres...

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