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domingo, 9 de febrero de 2014

EUGENIO NOEL.- Las siete cucas : Una mancebía en Castilla

BASADA EN UNA HISTORIA REAL:  Esta es una de las interesantes historias que una buena amiga me contó. Sucedió en el pueblo donde trabajo:  Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), a principios del siglo XX.

Argumento de toda la obra

Las siete cucas eran seis arrogantes mozas, hijas de Saturnina, mujer de hermosura tan noble como su conducta casera. Las siete servían de criadas en las mejores Casas epulonas de una Ciudad Castellana cuyo nombre nada importa. tuvieron la desgracia de que el llamado de alias Cuco, su padre, fuera ahorcado en la Villa por cierto delito de sangre y, asustadas las Señoras sus Amas, arrojáronlas al arroyo, negándoles el pueblo misericordia y hasta el pan. Aconsejadas de Satanás, en forma terrena de cierto basilisco por Martina la Cheira conocido, acertaron  a caer en la más desatinada e insospechable bellaquería que pudieran concebir ánimos enloquecidos por el dolor  y el desprecio. Como fue abrir una Mancebía de la que ellas mismas,  hijas y madre, se hicieron cebo de escándalo y trágica perdición de los propios que las humillaron. Vengándose así y bien cumplidamente de quienes debieron a la hora fatal redimirlas, en justicia, de toda represalia. 

Con los libros dimos, Sancho.  Estos libros estaban muy en orden y era edificante curiosearlos. Dos de los armarios contenían los despojos de la Biblioteca de un Convento, abandonado cuando la Desamortización o el Degüello, en lo que se parecían tales cuerpos a los de todas o casi todas las Bibliotecas hispanas que [así] se han formado. Pero una mano, ducha y hasta maestra en el intríngulis libresco o librario, había catalogado amorosamente.
No por materias, que eran una sóla [teología, cánones, lugares], sino por escuelas, lo que revelaba dominio regular de la disciplina, una mas que regular paciencia, y hasta cierto acendrado patriotismo, pues allí dominaban, como en la realidad de esas ciencias lo hicieran a su hora, los insuperables tratadistas [de casa]. 
Soto, Victoria, Cano, Fonseca, Pereira, Vásquez. Tremendos monumentos en pergamino y por docenas de docenas. Oh, el buen Huet que hubiera pensado en estas montañas o elefantes de papel sabio, él que redujo cuantos libros se han escrito desde el principio del mundo a ...[diez-infolio]...Tractatus; De Solubilis e Insolubilis; De Impositionibus; De Oppositionibus; Index Locupletissimus; Paraphrasis et Scholia; De Nomine Intelechia; y Suárez, mucho Suárez, todo Suárez...
Allí, arrancando de [un Dios nos libre de él] Hipotyposeon Theologicarum, comenzaban las memorables cincuenta y cuatro Disputationes Metaphisicae del inexorable granadino, en ventiséis volúmenes gigantescos por el tamaño y de tuétano como para chuparle sin melindres.
Y que encaja aquí, y si no aquí la encajamos y Dios con todos, la observación nada lega ni de plato vado que se han hecho Arciprestes como el Padre Higuea y otros  que no van precisamente para Obispos; es a saber que los tales libros mostrencos [verdaderas mohedas en las que el entendimiento menos medroso se encoge de espanto]así se acaban como mi abuela.  Porque ni incendios, ni bibliófilos, ni ratones, ni anticuarios, finiquitan con los tales. Huyen los frailes de sus cenobios, dejan su Biblioteca en manos de la Providencia y como si fuera verdad el caso. Ni el aire, el agua o los años son capaces de rematar esos libros. No se extravían ni en las mudanzas. No se pierden aunque los tiren. No se aburren o mueren solos como los otros libros pobrecillos que enferman, talmente como las criaturas, perdiendo primero el color de la letra y paso a paso, las entrañas, tejidos y lomos hasta no quedar piltrafas ni hilachas de texto y tapas. 
El otro anaquel apretujaba infinidad de tomos iguales por fuera y el Señor nos libre de creer que también por dentro. Tratábase de las ediciones coleccionadas por el  Abate Migne, un Patrologiae Cursus Completus, cerca de doscientos tomos de Padres Latinos; en más de doscientos, los Padres Griegos. Y aquellos, en latín, y éstos, en griego, claro está. Porque don Juan Higuea, párroco pueblerino y capellán de las Carmelitas, bebía el vino [sin agua] y el saber [en sus fuentes].

BIOGRAFÍA DE EUGENIO NOEL

http://javierbarreiro.wordpress.com/2013/05/10/eugenio-noel/

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