volumen inusitado, como si se tratara de un cuerpo
extraño. Su madre se pasó el envés de la mano por la
punta de la nariz remangada y sorbió una moquita.
"El momento debe de ser muy especial cuando la madre
hace eso que otras veces me prohibe hacer a mí",
pensó el Mochuelo. Y sintió unos sinceros y
apremiantes deseos de llorar.
No acertaba a comprender cómo podría llegar a ser algo muy grande en la vida. Y se esforzaba, tesoneramente, en comprenderlo. Para él, algo muy grande era Paco, el herrero, con su tórax inabarcable, con sus espaldas macizas y su pelo híspido y rojo; con su aspecto salvaje y duro de dios primitivo...
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